Provengo de una familia de campesinos terratenientes. Como chica de ciudad, entraba en contacto con la tierra y los animales de granja cada vez que me iba de vacaciones.
Con el tiempo, empecé a interesarme por cuestiones agrícolas, como la soberanía alimentaria y los transgénicos. En 2014, cuando oí hablar de Vandana Shiva y su increíble apoyo a los agricultores indios, comprendí la necesidad de preservar las semillas campesinas y/o ancestrales.
Contienen todo el patrimonio genético y nutricional del pasado. Son reproducibles, naturales, resistentes y libres. Sobre todo, contienen la vida y el futuro de la humanidad.
Si utilizamos semillas modificadas (trans)genéticamente, como los OMG o los híbridos F1 (supuestamente) ecológicos, perdemos su valor genético y nutricional, su fuerza y su poder de adaptación. Además, ya no son reproducibles y hacen a los agricultores dependientes del sistema (OMC y PAC) porque tienen que volver a comprarlas cada año.
Así que me enorgullece presentar parte de mi colección de semillas. Algunas han germinado, otras no. Algunas producirán hortalizas, otras se echarán a perder y me dejarán a cargo de la próxima generación de plantas.
